[evento] ■「 Nieve en verano」{Barbara Strand}

El día había sido inusualmente tranquilo. Bueno, todo lo tranquilo que podía ser en mi vida, lo que venía a ser tan solo tener que nombrar a la madre de tan solo dos sujetos por intentar pagar de menos por mis servicios y atizar un puñetazo a uno que tenía las manos muy largas.

Casi podríamos decir que estaba contenta si no fuese por el hecho de que esta paz no debía señal de nada bueno; estaba más que claro que era la calma que precedía a la tempestad. ¿Qué vendría a joderme la vida? ¿Un terremoto que tirase abajo el edificio donde vivía? O peor, el taller. O quizás no era nada provocado por una fuerza natural, y fuese alguna panda de borrachos… ¿Y si el gobierno (o lo que sea que tengamos, porque a veces tengo mis dudas de que haya alguno) era el responsable de la destrucción?

Demasiadas opciones que pasaban por mi cabeza mientras que le hacía el mantenimiento semanal a Cinder.

La tarde, como el resto del día, estaba impregnada de esa aura densa y melosa que solo puede tener la tranquilidad… O quizás era el olor de mi viejo gato y mi dormilón inquilino sobados ambos en el sofá. ¡Uf! Que modorra dan los cabrones.

Pero yo no soy una persona a la que le guste demasiado dormir (de hecho los otros achacan mi mal humor a esto, pero en realidad es que no me gustan y punto) y aunque hubiese querido echarme una siesta, hubiese sido imposible. Ya que el teléfono no tardó en sonar.

Con un resoplido me puse en pie y descolgué, comenzando una aburrida conversación que empezaba con la entradilla típica de aquellos que querían que les hiciese un favor: “Barb, la mejor mecánica entre las mecánicas, señora de mis favores… Bla bla”. Ni tan siquiera escuché la conversación, mi respuesta automáticamente era no. Pero como le gusta a la gente seguir largando piropos a ver si alguno funciona.

Resoplé de nuevo y justo antes de poder mandarle sin ninguna educación a la mierda, mi mal presentimiento se cumplió. De repente dejé de poder ver lo que tenía frente a mí, pero no, eso no era lo peor. Lo peor de todo era ese horroroso regusto salado que llena mi paladar obligándome a paladear para ver si así me deshago de tan invasivo sabor. ¡Ni siquiera se parecía al saldo de los fritos que tanto me gustaban! Esto era como si abrieses un paquete de sal marina y te metieses una cucharada dentro de la boca: AS-QUE-RO-SO.

Pero no pude seguir con esto mucho más, porque lo siguiente que noté al abrir los ojos fue ver el cielo.

Raro. Jodidamente raro. Pero no muy sorprendente. Quizás fuese “el Jhonny” tratando de vengarse porque el otro día le disparase, y para eso había contratado a una panda de demonios. Bufé sacudiéndome ese polvo blanco que tenía encima; que podría haber parecido nieve de no ser porque frío no hacía.

En otra situación quizás me hubiese parado a analizar si eso era nieve, pero no iba a dar a nadie la oportunidad de vengarse de mí. Mire a mi alrededor solo pudiendo ver edificios y más edificios. Casi me atrevería a decir que estabamos en mi ciudad de no ser por esa cosa blanca que caía del cielo.

Y durante este análisis de la zona pude percatarme que aparte de concreto, hormigón y todas esas cosas que componen las paredes y suelos de una ciudad, había también tubos metálicos tirados… Sin remediarlo me acerqué a ellos para comprobar su material: Acero. Pude notar la extraña tirantez en mis mejillas de una sonrisa. Podría usarlos para hacer nuevas piezas y ahorrarme un buen dinero en materiales. Así que, sin perder el tiempo, recogí todos los posibles.

Contenta con mi descubrimiento por poco me olvido que estoy en una zona desconocido, posiblemente traída para recibir una “lección” o algo de eso. Suerte que mis despistes duran bastante poco, y volví a recuperar mi ceño fruncido mientras que estudiaba el área.

¡Ajá! Ahí en esta nieve lo veo: Huellas. Al parecer el que me ha traído ha sido tan idiota de dejar un rastro hacía él, ¿o quizás es una trampa?. En fin, qué más da. Sea lo que sea me encargaré de enseñarle que conmigo no se juega.